La vida pendiendo de un hilo



Durante el tiempo de la expansión de la Iglesia primitiva, en el último de los viajes misioneros de Pablo, este se dirigía a Roma en calidad de prisionero. Debía presentarse delante del emperador para defender su vida. Iba custodiado por un fuerte contingente de soldados romanos al mando de un centurión del batallón imperial llamado Julio. Otros prisioneros iban con ellos.

Para llegar a Roma desde Israel, hubo necesidad de tomar dos barcos, el segundo de los cuales abordaron en Mira de Licia, hoy localizada en la moderna Turquía. Este barco venía de Alejandría Egipto e iba rumbo a Italia con un valioso cargamento de alimentos y otros productos. En total junto con la tripulación, los prisioneros y los soldados romanos el barco se hizo a la mar con 276 personas a bordo.

Cuando la nave iba frente a Creta (Isla de Grecia) empezaron a sentir un viento fuerte que parecía favorecerlos en el viaje, y pesar de la insistencia de Pablo de pasar el invierno en el puerto más cercano a orillas del continente, decidieron continuar el viaje. Su destino Fenice en la Isla de Creta. Este era un puerto más grande y más habitado, comparado con el que Pablo proponía. Decidieron el capitán, el dueño del barco y Julio invernar ahí.

Cuando se dirigían a Creta, empezó a soplar un fuerte viento llamado “nordeste”, el cual hoy conocemos por Bora. Leemos en el relato bíblico: “El barco quedó atrapado por la tempestad y no podía hacerle frente al viento, así que nos dejamos llevar a la deriva”. Hechos 27:15. La narración de lo sucedido después es clara, ellos pasarían más de dos semanas literalmente llevados por los fuertes vientos de Creta hacia el Mar Adriático, entre Italia y Europa sur-oriental.

Los hombres en aquel barco, incluyendo a Pablo habían perdido toda esperanza de vida: “Como pasaron muchos días sin que aparecieran ni el sol ni las estrellas, y la tempestad seguía arreciando, perdimos al fin toda esperanza de salvarnos”. 27:20. Este es el punto en el cual todo hombre, por muy fuerte que sea, es atrapado por el miedo, la devastación, la incertidumbre, el cansancio, el agotamiento y la duda. Acá es cuando el temple más fuerte es probado.

Cuando hace algunos años padecí un accidente en carne propia, experimente este tipo de presión. Me encontraba yacido en el suelo, sin poder moverme. Confuso aún y adormecido por los golpes recibidos no podía coordinar mis movimientos y sentía en mi cuerpo una especie de corto circuito que me impedía ponerme en pie. Por más que deseaba no podía hacerlo. Recuerdo que lo único que deseaba era vivir. Fue quizás, la carga emocional más grande que mi cuerpo haya resistido. El dolor provocado por los golpes paso a un segundo plano.

Es una situación indescriptible que te hace concentrar toda tu energía y vigor en un único propósito, vivir. Estos marineros estuvieron expuestos a la presión más inclemente durante más de dos semanas, a tal grado que no habían incluso comido. El stress que padecieron en el intento indiscutible de aferrarse a la vida, provocó en ellos una serie de cargas emocionales que tarde o temprano se convertirían en su muerte. Entonces Pablo puesto en pie y afianzado a la nave, animó a todos a tomar alimento: —Hoy hace ya catorce días que ustedes están con la vida en un hilo, y siguen sin probar bocado. Les ruego que coman algo, pues lo necesitan para sobrevivir. Ninguno de ustedes perderá ni un solo cabello de la cabeza—. Dicho esto, tomó pan y dio gracias a Dios delante de todos. Luego lo partió y comenzó a comer. Hechos de los Apóstoles 27: 33-35 NVI.

Hoy se piensa que el stress es una enfermedad moderna, resultado de las diferentes presiones a las que los humanos estamos expuestos. Stress es un término acuñado hace algunas décadas que define en una sola palabra a los procesos de tipo físicos, químicos y emocional es que se transforman en una enfermedad física; y de no restablecer la armonía corporal a tiempo en la muerte.

En nuestros días se le brinda más atención a este fenómeno, pese a que el hombre ha convivido con él desde tiempos remotos. Podemos encontrar que la diferencia entre el stress de la era antigua y el de la moderna, si se les puede llamar así; radica en sus fuentes u orígenes. Hoy la mayor parte del problema tiene su origen en las presiones del trabajo, en el mantener un estándar alto de vida real o ficticia, y en la frustrada búsqueda del éxito. En otros tiempos eran los argumentos externos tales como las tragedias del clima. Sequías, tormentas, hambrunas, pandemias y plagas que destruían las plantaciones y con ellas la fuente de alimento. También lo era la opresión de la esclavitud y del poder feudal. El poco valor de la vida, etc.

Pablo y los demás hombres en aquella embarcación sobrevivieron después de encallar la nave. Dios le había prometido la vida de todos y ninguno padeció la muerte.

De esta experiencia en alta mar vivida en el siglo I, nos queda una importante enseñanza. Cuando te encuentres ante presiones altamente perjudiciales a tu salud; puedes detenerte, dar gracias a Dios por tu vida, recibir Su Paz y obtener energías nuevas descansando o alimentándote. El problema o los problemas continuarán ahí, pero tu vida ya no penderá de un hilo. Con eso habrás ganado más tiempo, más vigor y una mente más clara para enfrentar cualquier dificultad.