Cuidado con lo que hablamos



“Que fácil nos resulta a muchos acusar, y tan difícil defender”.

Durante muchos años Erasmo fue el mejor proveedor de camarón en el puerto de “Alta Vista”, un pequeño pero histórico remanso de paz alejado de todas partes. Como Erasmo no había muchos proveedores, y es que se necesitaba de una buena embarcación para echarse a la mar, y él contaba con una. Por último, pero no menos importante, Erasmo era muy puntual, era siempre el primero en llegar y el último en irse. Era un hombre pequeño en estatura pero gigante en voluntad, querido por todos y alabado por su buena conducta y don de gentes. En el puerto era conocido también por el mote de Batería, apodo que le quedaba cono anillo al dedo ya que se mantenía muy activo desde mucho antes de que saliera el sol hasta muy entradas horas por la noche.

Para cumplir a cabalidad con su tarea, se había comprado con los ahorros de toda una vida un hermoso bote camaronero al que llamó “Ñeque”. El navío contaba con un poderoso motor de increíble fuerza e indiscutible rendimiento. Pero resulta que después de cinco años de esforzar la nave al máximo, el motor cedió y tuvo que reemplazarlo por otro. Para esta tarea decidió que lo mejor sería comprar un motor usado pero con mayor fuerza. Así se hizo a la mar en búsqueda de uno. Siete leguas hacia el sur del puerto queda la bahía de “Buena Esperanza” y en sus playas “El Salar”, quizás el puerto más concurrido y comercial de toda la zona. Allí es a donde partió en búsqueda de la máquina perfecta.

Al llegar a El Salar, lo primero que hizo después de poner sus pies en tierra firme fue dirigirse al taller de los “Hermanos Pinzón”, no era ese el nombre de los propietarios pero lo aprovechaban por estar vinculado a la navegación. Víctor y Abel García, eran dos prósperos comerciantes que se habían hecho literalmente ricos vendiendo toda suerte de partes para barcos, barcazas y lanchas. Además, no tenían competencia alguna, ya que se habían encargado de eliminar a sus competidores uno por uno con el correr de los años. De esto flotaba en el ambiente sospechas acerca del método que utilizaron para quedarse con todo el mercado; pero solo era eso, sospechas. Como suele suceder, todos lo sabían pero nadie contaba con las pruebas y el monopolio continúo creciendo.

Al ingresar al gigantesco taller, de inmediato busco asesoría preguntado acerca de uno con esas mejores características aún que el que le había servido fielmente un lustro. Abel fue quién le atendió al ingresar al taller y eso desde ya auguraba, según Erasmo, buena suerte, y es que la fama de Víctor, el otro de los propietarios, era la de un viejo gruñón y cascarrabias al que solo le interesaba salir ganando siempre. Con la suerte a su favor, según pensaba, se dirigió hacia Abel saludándolo, —Mí estimado, parece que hoy es mi día de suerte; ando buscando un motor en perfectas condiciones para mi camaronera de gran eslora. Abel, sonrío y sin mediar palabra alguna giro su rostro a su derecha señalando con este gesto hacia donde estaba un estupendo y resplandeciente motor colocado sobre algunos trozos grandes de madera puestos sobre el suelo, justo en la parte más oscura del taller; pero con el cuidado de que la luz que entraba por la ventana se reflejara sobre el brillante metal de la máquina. Erasmo quedó impactado, se dirigió a ella y empezó a observarla muy detenidamente. Luego hizo algunas preguntas, luego realizó algunas pruebas y quedó conforme, incluso con el precio ya que era casi exactamente lo que llevaba consigo.

La compra resulto ser tan rápida que no habían pasado más de 15 minutos desde que había ingresado al taller. Fue más el tiempo que dedicaron cinco hombres, un caballo y una carreta en llevar con mucho esfuerzo el aparato hasta el pequeño barco que le llevaría de regreso a casa.

Continuará

Crédito de la pintura: "En el muelle" por Rodrigo Baez

Un largo verano en Villa Real


Para Villa Real el verano resulto ser más largo de lo normal. Esperábamos dos meses de altas temperaturas, pero al final fueron nueve. El río que cruza el pueblo se había secado por completo, dejando a la vista el fondo árido y seco, y a la vez cientos de objetos que la gente en su ignorancia lanzaba al agua para deshacerse de ellos. En pocos días se dejaron sentir fétidos olores mientras el agua aún permanecía en el lecho descomponiéndose.

Aquel, pequeño pueblo oriental que orgulloso mostraba a los viajeros sus alamedas de encinos frondosos y buganvilias de múltiples colores mostraba ahora una árido ambiente y el polvo se levantaba con suma facilidad al pasar de los vehículos, levantándose muy alto para luego bañar los techos y las calles. Aquellas casitas de blanqueadas con cal a la orilla del camino ahora daban al paisaje la apariencia de un lugar de sumo descuido. En otros tiempos nuestro pueblo había sido conocido porque en las minas que quedaban al norte habían encontrado oro en gran cantidad. Eso había sido décadas atrás y ahora el pueblo dependía únicamente de los recursos que proveía el río.

Lo peor de un interminable verano es la falta de agua. Acostumbrados a tenerla literalmente a cantaros, especialmente durante el invierno lluvioso que nunca llegó; los villaregianos recorrían con sus bestias cargadas de cantaros, distancias muy largas para proveerse del vital líquido.

Yo vivía en una casa a la orilla del río a tan solo ocho metros de él. Habíamos medido con bambúes la profundidad en esa parte y nos daba dos metros y medio. El río Grande como le decíamos, era una enorme bendición ya que en su lecho se podían pescar en grandes cantidades camaroncillo y una que otra especie de peces de gran demanda. La pesca era habitual para todos los que vivían en sus orillas. Cuando empezaba el año, tuve la ocurrencia de comprarme al crédito una pequeña embarcación para utilizarla durante el invierno en las orillas del río con fines de lucrar a través de la pesca. Esta loca idea me resulto muy cara, había abandonado mi trabajo regular como encargado de la estación de buses y sin consultarlo con nadie tome me dediqué por completo a soñar con lo que podría obtener del río. Don Jaime el prestamista del pueblo me había facilitado después de muchos ruegos y de dejar en sus manos los papeles de mi pequeña propiedad, el dinero que utilicé para hacer esa compra.

No contaba con que el río se secara. Fueron incontables las veces que salí al patio de atrás esperando ver agua en el río, pero no fue posible. Al principio pensé que todo pasaría rápido y que en un par de meses al máximo estaría pescando de nuevo para poder pagar mis deudas y recuperar los papeles de mi casa. Don Jaime preguntaba casi a diario preguntando por su dinero y yo ya no tenía que decirle. Probé ofreciendo la barca a los vecinos y conocidos pero todos estaban en iguales circunstancias. Y ya que el pueblo vivía de lo que se obtenía en el río el trabajo para todos empezó a escasear.

Uno de tantos días tocaron a la puerta, Don Jaime venía a darme un ultimátum. —Me pagas ó te quedas sin tu casa—, dijo con tono autoritario. —Estoy cansado de buscarte para que me pagues, y no he tenido respuesta alguna—. Después de un intercambio de palabras se fue de la casa asegurándome que solo contaba con una semana para cancelarle la deuda o que me fuera despidiendo de mi casa. Además, para terminar de arruinarme me comunicó que los intereses ahora acumulados duplicaban la deuda.

Al cerrar la puerta cuando se iba comprendí que solo tenía un camino: Dios. Había confiado en el río, en mis fuerzas y en el clima, pero había olvidado al único ser que me podía sacar del problema. Mi esposa que estaba a mi lado me susurró al oído para que los niños no se dieran cuenta: —Más vale que doblemos nuestras rodillas, quizás Dios tenga misericordia de nosotros porque hemos sido necios—. Una lagrima bajo por mi mejilla, caminamos juntos hacia el cuarto y nos pusimos a orar. Aproveche para pedir perdón por mi necedad y mis errores, por olvidar por completo Su Consejo. Aquel día lo terminamos clamando y tarde fuimos a la cama, confiando en que el próximo día sería diferente. Antes de cerrar mis ojos le dije a mi esposa: —Perdona por no pensar en ti o en los niños cuando decidí seguir con esta idea estúpida—. No te preocupes, cierra tus ojos y duerme, mañana será un día largo—.

Al amanecer me levante rápido de la cama y fue hacia el lado de la casa que daba con el río. Estaba igual y en el cielo no había una sola nube. Sería otro día más de sequía en Villa Real. Angustiado entre nuevamente a la casa, donde mi esposa me esperaba para orar. Ella se dio a la tarea de que orásemos cuantas veces pudiéramos en aquellos días que nos quedaban para cumplir con el plazo que nos dieron. Así pasaron los días y todo lucía igual.

Dos días antes de cumplirse el plazo, me levante muy temprano y me dirigí al río. Entré caminando entre las rocas, los desechos y la tierra seca, luego levanté mis manos al cielo y caí de rodillas en medio de la nada. Clame intensamente y gemí con toda mi alma: —Señor, haz lo imposible hoy para que no perdamos nuestra casa, ¿qué culpa tiene mi mujer o mis hijos de mi necedad? ¿Qué culpa tienen ellos de mi falta de cordura?—. Después de muchos minutos con las manos alzadas las baje a tierra para humillarme delante de la presencia de Dios, cuando golpee mi mano derecha con una roca de bordes cortantes. En medio del dolor que me provocó, levante rápido la mano me la sobé como pude y agarré la roca para tirarla lejos y así seguir orando. Cuando había alzado la roca para lanzarla, un pequeño brillo salió de ella. ¿Que es esto pensé? Luego con mi camisa la limpie para ver de que se trataba y mayúscula fue mi sorpresa, tenía en mi mano la pepita d oro más grande y pesada que había visto en mi vida. Quedé mudo por algunos segundos, luego caí sobre la arena seca y me puse a llorar.

Aquel verano al final terminó con una lluvia intensa y el nivel del río volvía a ser el mismo. Al caer las primeras gotas de lluvia salimos mi esposa y los niños a la orilla del río que daba a nuestra casa y nos arrodillamos para dar gracias a Dios. Las deudas fueron saldadas, recupere el trabajo que sabía hacer y vendí la barca que sirvió para acordarme que no debo dar un paso sin consultarle a mi Señor.

Libertad e Independencia



Los que estudian el significado de las palabras han propuesto que independencia y libertad sean sinónimas. Al encontrar ambas palabras en un diccionario sus significados son idénticos. Para todos los demás, los que no dominamos el idioma pero lo amamos, ambas palabras tienen diferentes definiciones, quizás porque estamos en el lado práctico de las cosas y no en el teórico.
Mientras Independencia es dejar de depender, así de llano y simple; libertad es un concepto más complejo que en pocas palabras significa “escoger uno mismo qué camino seguir”. Van estrechamente ligadas, pero no son idénticas. Una es acto seguido de la otra.

Después de Colón, fue a través del mar que muchas naciones hicieron esclavas a otras. Durante el tiempo de la conquista, por ejemplo; países como España, Portugal e Inglaterra se hicieron a la mar en una búsqueda desenfrenada para engrandecer sus correspondientes reinos. El descubrimiento de América y de muchas regiones de Asia trajo consigo brutales conquistas para aplacar a los nativos y obtener la tierra y sus riquezas.

Muchos años más tarde esas naciones que habían sido sometidas, regresaron la receta a sus conquistadores bajo el nombre de "Independencia". Para algunas regiones fue más difícil que para otras; para algunas llego con derramamiento de sangre y para otras llego más tarde de lo esperado.

La independencia que las “nuevas” naciones habían logrado no era más que una renovación del deseo de ser libres. De ahí la confusión entre los dos conceptos: libertad e independencia.

La libertad puede llegar al “hombre que vive una dependencia” y es “esclavo del pecado” solo si ha escogido seguir a Dios. Seguir a Dios no significa ser religioso, ir detrás de doctrinas de hombres, celebrar tradiciones o algo semejante; seguir a Dios significa escoger el mejor camino a seguir. El trazó un plan increíblemente practico y suficiente; a través de la muerte de un hombre santo recuperaría la libertad que los hombres habían perdido y que no podían recuperar. Seguir a Dios significa lograr la completa independencia y vivir al fin una vida plena de libertad en Jesús.

Motin a bordo (III Parte y final)



Está claro que los orígenes de todo acto de rebeldía provienen de aquella ocasión en la que Satanás dio rienda suelta a los deseos oscuros de su corazón y todo termino en su propia expulsión de los cielos. Luego, decidido a vengarse, ha provocado infinidad de rebeliones alrededor del mundo, incluso las que se dan en casa. Y es que ese mismo espíritu de rebeldía, hoy lo comparte con aquellos necios que no quieren agradar a Dios.

Después de aquella expulsión en el cielo, vino la caída del hombre en el huerto del Edén. Otro acto más de rebelión. El hombre siguió el mal consejo y no fue obediente a Dios, y ese acto de rebeldía lo llevo al destierro y a la muerte. Eso, cada uno de nosotros después de Adán, lo llevamos en los genes de nuestras almas y estamos condenados a repetir esa actuación, siempre y cuando no llegue el Señor a nuestras vidas.

Un hombre entregado a la rebelión, es decir a cumplir con sus deseos contra toda razón, arrastrará consigo siempre actos de rebeldía, motines a bordo por doquier. Pero un hombre con dominio propio, con la sabiduría suficiente para tomar decisiones inteligentes y fructíferas hará que todo su alrededor sea más llevadero.

El problema con los jóvenes (la mayoría de ellos), es que aún no han madurado lo suficiente para entender esto. Ese desarrollo que se lleva a cabo en sus vidas es una potencial fuente de rebelión. El enemigo lo único que debe hacer es buscar una excusa y el antiguo ciclo empezará a funcionar de nuevo. La vacuna para erradicar esta antigua enfermedad, ya lo dijimos antes, es que El Señor more en sus vidas. El grado de conocimento en las cosas de Dios harán que los jovenes derroten al pirata oscuro y rebelde que vive en ellos, y la tarea de sembrarlo en sus corazones para que esten preparados para cuando llegue el momento ¿de quién creen que es? Nosotros los padres somos piezas claves.

Motin a bordo (II Parte)



Continuación.

El verdadero problema de los motines se encontraba en saber cómo terminar con ellos. Muchos capitanes emprendían violentas reacciones contra los grupos rebeldes de abordo y estas terminaban en lamentables baños de sangre. Los motines entonces eran disueltos por la represión y la fuerza bruta. Tarde o temprano la tripulación volvería a rebelarse y esta vez buscando cortarle la cabeza al líder.
La rebeldía tiene orígenes en lo más profundo del hombre, es en pocas palabras semejante a un instinto que se trae en los genes y que explota o aflora en los momentos más cruciales de la vida de las personas cuando se relacionan o interacciona con otros seres humanos, especialmente cuando se trata de asuntos de liderazgo.

Por naturaleza los jóvenes encuentran los puntos débiles de los padres para utilizarlos en su provecho. En la mayoría de motines en alta mar el segundo a bordo tomaba partido por la tripulación, así en la vida familiar uno de los dos padres tomará partido por los hijos. Si eres el padre, verás como tu esposa pasando por encima de tu autoridad se pondrá a la par de ellos y apoyara su causa. Y si eres la madre verás que tu esposo hará lo mismo en otras ocasiones. Así cuando ellos se dan cuenta de estas debilidades, vienen y las aprovechan.

Existe todo un compendio de información en la Biblia acerca de los orígenes de la rebeldía. La Biblia narra el momento en el cual Satanás, que entonces era Luzbel es echado del cielo:

“Fuiste elegido querubín protector, porque yo así lo dispuse. Estabas en el santo monte de Dios, y caminabas sobre piedras de fuego. Desde el día en que fuiste creado tu conducta fue irreprochable, hasta que la maldad halló cabida en ti. Por la abundancia de tu comercio, te llenaste de violencia, y pecaste. Por eso te expulsé del monte de Dios, como un objeto profano. A ti, querubín protector, te borré de entre las piedras de fuego.
A causa de tu hermosura te llenaste de orgullo. A causa de tu esplendor, corrompiste tu sabiduría. Por eso te arrojé por tierra, y delante de los reyes te expuse al ridículo. Has profanado tus santuarios, por la gran cantidad de tus pecados, ¡Por tu comercio corrupto! un fuego te devorara. Te eché por tierra y te reduje a cenizas. Al verte, han quedado espantadas todas las naciones que te conocen. Has llegado a un final terrible, y ya no volverás a existir”
. Ezequiel 28:14-19 NVI

Continuará…

Motín a bordo (I Parte)



En otros tiempos toda larga travesía en el mar, con destino desconocido conllevaba muchísimos riesgos. Muy pocos eran los marineros que soportaban meses en el mar esperando llegar a su destino. En la época de los grandes descubrimientos, cuando América, África, Oceanía y Asia eran literalmente desconocidas para los europeos, cualquier destino quedaba relativamente a poca distancia y el tiempo en el que se recorría era corto. Cuando algunos viajes por alguna razón tomaban más tiempo del usual, la tripulación se incomodaba y organizaba un motín a bordo. Con esto perseguían entre otras cosas, presionar al capitán o incluso quitarlo de su puesto; acelerar el viaje o tomar rutas diferentes.

Los grandes exploradores como Colón, Vespucio y Magallanes no se escapaban de los constantes motines que se producían a bordo. Aquellas tripulaciones eran capaces inclusive de colgar a su capitán o arrojarlo al mar. Era entonces necesario aplicar la diplomacia y la astucia, virtudes que deberían poseer quienes lideraban embarcaciones en condiciones similares.

De alguna forma este comportamiento puede repetirse hoy en nuestros hogares. Cuando nuestros hijos llegan a la adolescencia toda nuestra capacidad y liderazgo son puestos a prueba. No importa cuantos mares hayamos atravesado o si creemos conocerlos como la palma de nuestras manos; veremos como en muchas ocasiones seremos incapaces de proceder sabiamente incluso cuando las aguas estén mas tranquilas.

Continuará…