De la vida a la muerte, y de la muerte a la vida

















Después realizar un arduo viaje en alta mar, estaba profundamente agotado. Por ventura llegué a mí destino, un puerto totalmente desconocido para mí. Tenía mis razones para estar allí, un buen negocio me esperaba. Dejé mi barca atada junto al muelle. Corrí en busqueda de una habitación para descansar, puesto que había poca luz y no quería pasar la noche a la interperie. Fue aquella, la noche del 3 de enero de 2001.

Depués de algunas preguntas al azar entre los lugareños, encontré a señas un lugar, un viejo mesón donde alquilaban cuartos para marineros y pescadores. Era temporada alta y aquel lugar estaba repleto. El encargado me dijo que el único cuarto disponible era el del final del pasillo. También me pidió, casi en tono de orden; que por favor no abriera la puerta que daba hacia la playa. Me indicó que estaban reparando el lugar y podría ser peligroso. Estaba tan cansado que no quise escuchar más, pagué lo que me pedía y me dirigí hacia el cuarto.

Estando en aquella habitación, encendí la luz y busqué de inmediato la cama para ver donde dormiría. Pase mi vista rápidamente para concer el lugar. Puede ver una pequeña pero limpia cama, una mesita de madera, un viejo calendario en la pared, un pequeño baño y la puerta que daba al mar. En el lavamanos del baño moje mi rostro repetidas veces. Me desvestí, apagué la luz, fuí a la cama y recosté mi cabeza sobre una limpia y fresca almohada. No podía más.

Habían pasada solo unos segundos cuando creí escuchar a alguien afuera que pedía ayuda. No escuche muy claro, solo entendí —¡Ayúdenme!—.

No sé si por instinto o por reflejo brinque de la cama y abrí aquella puerta que no debía abrir, y salí disparado en ayuda de aquel mortal que en medio de la noche pedía ayuda. Al salir una extraña sensación se apoderó de mí. Un frío inmenso me abrazó, todo quedó a oscuras, mis pies no econtraron ningún apoyo y no supe más.

Algun tiempo más tarde, emepecé a recuperar el sentido. Confuso y sin saber que pasaba, traté de ponerme en pié, pero fue inútil. Las fuerzas me habían abandonado y solo podía mover mi cabeza. De inmediato, al recuperar la conciencia un gran dolor invadió mi cuerpo, desde la cabeza hasta los dedos de los pies.

Sucedió que al salir imprudente por aquella puerta, caí varios metros al vacío, ya que estaban reparando el viejo balcón de aquella habitación. En la caída mi cabeza pegó en la saliente y perdí el conocimiento. Golpee además mi espalda y mis piernas en algunos trozos de madera vieja y podrida que habían dejado en aquel lugar.

Quede tendido sobre los escombros, varios metros abajo; solo y desamparado en lo oscuro de la noche. Quería gritar pero no me salía la voz, el temor de un final eminente se apoderó de mí e invadió mi alma.

Continuará...